El Arbol

Era solo una niña, inocente, pura, feliz...

Le gustaba el otoño mucho más que las demás estaciones... 

Le gustaba porque hace frío pero hay sol que sale para amortiguar la temperatura lo que le permitía salir a jugar afuera todas las tardes después de la escuela.

Jugar con las hojas secas era una de sus actividades preferidas ya que hacían un ruido especial que le encantaba escuchar cada vez que las pisaba en el cordón de la vereda.

Tenía muchos amigos en la cuadra pero la verdad es que no los necesitaba para divertirse.

La naturaleza y su imaginación le eran más que suficientes a la hora de jugar a la casita. Un árbol grande con una buena superficie para treparse era el refugio perfecto y le daba la vista necesaria para controlar con sus binoculares todo el perímetro de su patio, el campo de batalla donde ocurrían las cosas mas extrañas y peligrosas... pero que nunca llegaban a la copa del árbol ya que ese era el mejor lugar para estar. 

Todas las tardes se encontraba trepada en su guarida.

 Desde allí podía observar la cancha de bochas del club de al lado donde se reunían los viejitos del pueblo a tener intensos partidos y conversaciones indescifrables para su mente tan infantil.

Sin embargo, ella disfrutaba de observarlos...ellos eran parte de su juego ficticio de vida real. Sabia que todo lo que pensaba no existía, pero ese era su refugio...

Descubrió que no importa las circunstancias, ella siempre podía recurrir a este juego... su vida tenia sentido e importancia en el mundo del árbol.

Cada personaje tenía un rol específico, y por más que no siempre hacían cosas lindas, siempre los conflictos se quedaban abajo del árbol.

Cada historia tenia la misma manera de ser enfrentada... una vez que llegaba la copa del árbol, ya nada podría tocarla...

Los conflictos no se solucionaban, y los malos nunca morían, ya que todas las tardes era el mismo juego...

Siempre había gente mala, con malas intenciones y con situaciones equivocadas, pero ella siempre se lograba trepar al árbol y mirarlos desde arriba.

Siempre lograba refugiarse en ese árbol grande y fuerte que le brindaba otra perspectiva de los problemas.

Aquella niña al final de cada día se bajaba del árbol segura de que nada la podía vencer siempre y cuando sepa donde refugiarse...

Simple no?

"Fíjense en las aves del cielo:

no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros;

sin embargo, el Padre celestial las alimenta.

¿No valen ustedes mucho más que ellas?"

Mateo 6:26